Un vestido rosado y un perfume cítrico contra
unos brazos tatuados y una mirada inquebrantable. Se encontraron en el metro. Con destinos diferentes pero con
sueños parecidos, con el corazón roto pero con ganas de seguir. Dos luchadores
en llamas con las mismas ganas de comerse al mundo. Se miraron por un instante
y todo se detuvo. Se miraron otra vez y sus corazones enardecidos quisieron
desafiarse mutuamente. Que ilusos los que estaban alrededor, inconscientes del
peligro de que dos almas tan buenas y fuertes pudieran llegar a encontrarse.
Pero sus destinos estaban entrelazados solo por ese momento, por ese efímero
encuentro en la historia que quizás, solo quizás, en otro tiempo, en otra vida,
en otro mundo volviera a suceder.
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